11 abr 2011

El gobierno ¿un mal necesario?

Antes que reflexionar sobre los diseños institucionales del gobierno, es importante comenzar por interrogarnos acerca del gobierno, sin equipararlo con el Estado, como lo hacen los norteamericanos, sino comprendiendo como tal a la dirección del Estado, o sí se estira el concepto podría llegar a abarcar a la dirección de la política institucional o mejor dicho a quienes tienen la autorización constitucional para tomar las decisiones en nombre de una comunidad, sin incluir al funcionariado, que le delegan facultades los escogidos para decidir.
¿Cuándo se interrogó por primera vez el individuo sobre el gobierno? ¿Cuándo apareció el primer gobierno? ¿Por qué las relaciones de mando y obediencia acaparan la historia del pensamiento político? ¿La política es sólo lucha por el poder? ¿El poder es únicamente un medio? ¿Es posible encontrar un diseño neutro? ¿Vale la pena diferenciar el personal del andamiaje institucional?
La idea de gobierno es posterior a la idea y necesidad de vivir grupalmente. Para enfrentar sus adversidades el individuo tuvo que asociarse, pero ese colectivo tuvo que generar reglas morales y cuando experimentó que los códigos sacros no eran suficiente para mantener la cohesión y armonía comunitaria, tuvieron que secularizar sus reglas y acuerdos y dotarlos de la fuerza contractual para terminar con la justicia de mano propia y dar nacimiento al Estado y a su dirección.
La religión dice salvar almas y la política dice salvar cuerpos, la primera gana adeptos amenazando con el infierno y ofreciendo como recompensa la gloria, en tanto la segunda amenaza utilizar la fuerza común en contra de los descarriados y ofrece como recompensa la vida buena (como dijera Aristóteles), buscándolo con distintos medios, que no obstante que alguno de sus predicadores se aparten del camino, pueden por ello tenerse como un mal necesario.
Los más acérrimos enemigos del gobierno, como los anarquistas, ahí donde derribaban un gobierno terminaban colocando otro.
Los marxistas documentaron el matriarcado, sosteniendo que el primer gobierno en forma que conoce la humanidad fue el de la mujer.
Los revolucionarios guiados por Lenin, ofrecieron cambiar el gobierno de los hombres por el gobierno de las cosas, y en lugar de ello levantaron la más grande organización de dominación que se haya conocido, que no la peor.
Los hombres y mujeres que recibieron las cartas de la Corona inglesa para colonizar las tierras que hoy son Estados Unidos, eran de los más emprendedores y huían de los obstáculos que le imponía la monarquía al desarrollo capitalista, por eso ya en tierras de la América del Norte, los puritanos, en sus plantaciones pactan y eligen un gobernador que, justamente por los daños que habían sufrido en su país de origen, ven como un mal necesario.
A.D. Lindsay, en su ya clásico libro El Estado Democrático Moderno, publicado en 1945, bajo el sello del Fondo de Cultura Económico, nos dice que los norteamericanos consideraban que el gobierno “era un mal necesario que había que soportar y reducir al mínimo”; sigue diciendo que: “Se da por supuesto que, en conjunto, la sociedad se basta a sí misma. Es decir, para ellos: este es necesario allí donde falla el sistema voluntario, pero es secundario, recoge la cita de Tomas Paine: “La sociedad es producto de nuestras necesidades y el gobierno de nuestra maldad; la primera fomenta nuestra felicidad de modo positivo; el segundo de modo negativo al refrenar nuestros vicios. Aquella fomenta el trato social, el gobierno crea distinciones. La sociedad es, en todas sus formas, una bendición, pero el gobierno, aún en su mejor forma, no es sino un mal necesario;” lo que significa enfrentar el mal con el mal, que Maquiavelo observo con excepción, no como regla. Más se asemeja a la tesis que deriva el gobierno del pecado original o de una incorrecta bifurcación de las civitas.
Cuando podemos constatar que 8 familias de un edificio de la Unidad Habitacional de Xalapa 2000, no se pueden poner de acuerdo ni para pintar o hacer una mejora a su edificio, nos damos cuenta que sin gobierno no podemos vivir, en todo caso luchemos por un Buen Gobierno, porque tener al gobierno como un mal necesario, solo destruye nuestra confianza hacia él y la cultura cívica que da fortaleza a nuestras instituciones.

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