El Programa Adelante que ha implementado el gobernador Javier Duarte de Ochoa, tiene su fundamento en el reconocimiento de la dignidad de la persona, pero es importante tratar de esclarecer qué entendemos por dignidad de la persona o dignidad humana, dado que el concepto es tan ambiguo que lo mismo sirve para justificar el abandono de hombres y mujeres que están a merced de la expoliación, la marginación, la pobreza, la injusticia y la dominación que para justificar el ámbito de autonomía que requiere del apoyo para hacer posible que materialice el ejercicio de sus derechos. El Partido Acción Nacional hace girar su doctrina en torno a los principios de bien común, soliridad, subsidiaridad y dignidad de la persona, defendiendo, por lo que hace a esta última, una concepción que exige la neutralidad del Estado y que en la práctica lleva a tratar la persona como una cosa al servicio de los que pueden comprar su desesperanza y electoralmente a tenerla únicamente como fuente manipulable para cambiarle despensas por votos.
Parte de la dignidad de la persona, es decir, considerando que: La dignidad humana constituye no sólo la garantía negativa (de no interferencia) de que la persona no va a ser objeto de ofensas o humillaciones, sino que entran también la afirmación positiva del pleno desarrollo de la personalidad de cada individuo. El pleno desarrollo de la personalidad supone, a su vez, de un lado, el reconocimiento de la total autodisponibilidad, sin interferencias o impedimentos externos, de las posibilidades de actuación propias de cada hombre; de otro, la autodeterminación que surge de la libre proyección histórica de la razón humana, antes que de una predeterminación dada por la naturaleza (Derechos humanos, Estado de derecho y constitución. Antonio Enrique Pérez Luño. Edit. Tecnos. Madrid 1995. Pág. 318)
Los priístas no vemos en la dignidad humana un valor que impida luchar porque el hombre no siga siendo el lobo del hombre, como decía Thomas Hobbes, sino por el contrario, vemos un valor que obliga cambiar toda forma de dominación por relaciones de convivencia armoniosas.
Llegó la hora de tratar a los hombres y mujeres como adultos, como mayores de edad, como sujetos morales y no como objetos, como fines en sí mismos y no como medios.
El Estado Social de Derecho no invoca el valor de la dignidad de la persona para renunciar a su compromiso con el interés común, que ya implica por sí mismo el justo medio, por el contrario, lo sustantiva. Esto es, reconocer en los seres humanos esta dignidad general implica tratarlos con igual consideración y respeto, y ello a su vez significa respetar su libertad como agentes racionales y autónomos, así, como reconocer una igualdad intrínseca que prohíba cualquier tipo de discriminación (La república deliberativa. J. Luis Martí. Marcial Pons. Madrid 2006. Pág. 262)
Parte de la dignidad de la persona, es decir, considerando que: La dignidad humana constituye no sólo la garantía negativa (de no interferencia) de que la persona no va a ser objeto de ofensas o humillaciones, sino que entran también la afirmación positiva del pleno desarrollo de la personalidad de cada individuo. El pleno desarrollo de la personalidad supone, a su vez, de un lado, el reconocimiento de la total autodisponibilidad, sin interferencias o impedimentos externos, de las posibilidades de actuación propias de cada hombre; de otro, la autodeterminación que surge de la libre proyección histórica de la razón humana, antes que de una predeterminación dada por la naturaleza (Derechos humanos, Estado de derecho y constitución. Antonio Enrique Pérez Luño. Edit. Tecnos. Madrid 1995. Pág. 318)
Los priístas no vemos en la dignidad humana un valor que impida luchar porque el hombre no siga siendo el lobo del hombre, como decía Thomas Hobbes, sino por el contrario, vemos un valor que obliga cambiar toda forma de dominación por relaciones de convivencia armoniosas.
Llegó la hora de tratar a los hombres y mujeres como adultos, como mayores de edad, como sujetos morales y no como objetos, como fines en sí mismos y no como medios.
El Estado Social de Derecho no invoca el valor de la dignidad de la persona para renunciar a su compromiso con el interés común, que ya implica por sí mismo el justo medio, por el contrario, lo sustantiva. Esto es, reconocer en los seres humanos esta dignidad general implica tratarlos con igual consideración y respeto, y ello a su vez significa respetar su libertad como agentes racionales y autónomos, así, como reconocer una igualdad intrínseca que prohíba cualquier tipo de discriminación (La república deliberativa. J. Luis Martí. Marcial Pons. Madrid 2006. Pág. 262)
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