Grave error ha sido pretender vaciar la política de su contenido. Si así fuera estaríamos ante una práctica que justificara tanto lo más sublime como lo más monstruoso. No en vano el pensamiento político se ha centrado desde sus orígenes en la búsqueda de la mejor forma de gobierno. Los griegos entendieron la política como el arte de administrar bien una ciudad. Aristóteles, abre la obra que lleva este rótulo diciendo que es la ciudad la que hace al hombre y no éste la que hace aquella. La política nació teniendo como eje el interés general, cualquier otro propósito la desnaturaliza. Max Weber, al hacer girar la política en torno del poder, que si bien es cierto solamente un lunático puede decir que las grandes transformaciones que se propone la política podría realizarlas sin el empleo del poder, también es cierto que la política es mucho más que eso y que al reducirla a su principal instrumento, hace de ella un vil instrumento, es decir, que sirve para todo, no escapando de la jaula instrumentalista ni siquiera porque ese poder sea aceptado, sea legítimo, porque no debemos olvidar que podría venir de una aclamación, de una negociación o de una votación, como la que ganó Hitler, que como bien dice Hannah Arendt, mucho supo de la persecución y exterminio nazi, la política, como acción, como cosa exterior al hombre, solo se explica como ámbito de la libertad.
Quienes conciben la política únicamente como asignación autoritaria de riqueza y de valores, también quedan atrapados en una concepción instrumentalista, como es el caso de la ciencia política norteamericana que es limitada a funciones predominantemente legitimistas del gran capital que la patrocina. La versión que tiene la política como un medio para expresar la diversidad, es un enfoque avanzado pero que tiene que ver con una tolerancia fisiocrática, de dejar hacer dejar pasar.
Desde mi punto de vista, el enfoque más consecuente para identificar política y libertad, es el que tiene que ver con la república deliberativa, con la deliberación republicana, esto es, con la confrontación imparcial de juicios por construir en el debate, lo cual exige, que no sean dados y si nuestro morral este cargado de ellos, exista la disposición de cambiarlos, imponiendo respeto por el contrario, lo que no quiere decir que lo ignoremos o que salgamos con que todos los juicios son iguales y como tales deben de ser respetados, porque esto último haría innecesario el diálogo y la política, porque la política parte de la diferencia, sin ella no habría política, pero la política deliberativa tiene como principal propósito producir los mejores acuerdos para la sociedad y ellos solamente se logran respetando a los diferentes, dándoles el lugar para que, mediante los argumentos más sólidos, puedan sobresalir, para que como bien lo dijera J. Habermas: impere la coacción argumentativa, que no es otra cosa que triunfe el mejor argumento.
Cuando se busca el interés particular, saciar bolsillos, beneficiar amigos, pagar favores electorales, ayudar a la familia a través del poder público, realizar alianzas oportunistas, la razón de estado, poner el poder político a favor de una persona o un grupo particular, premiar incondicionales, no se hace política, porque para hacer política no basta con declarar que lo que hacemos es política, debe pasar la prueba de servir y estar al servicio del interés general, lo demás es antipolítica.
Quienes conciben la política únicamente como asignación autoritaria de riqueza y de valores, también quedan atrapados en una concepción instrumentalista, como es el caso de la ciencia política norteamericana que es limitada a funciones predominantemente legitimistas del gran capital que la patrocina. La versión que tiene la política como un medio para expresar la diversidad, es un enfoque avanzado pero que tiene que ver con una tolerancia fisiocrática, de dejar hacer dejar pasar.
Desde mi punto de vista, el enfoque más consecuente para identificar política y libertad, es el que tiene que ver con la república deliberativa, con la deliberación republicana, esto es, con la confrontación imparcial de juicios por construir en el debate, lo cual exige, que no sean dados y si nuestro morral este cargado de ellos, exista la disposición de cambiarlos, imponiendo respeto por el contrario, lo que no quiere decir que lo ignoremos o que salgamos con que todos los juicios son iguales y como tales deben de ser respetados, porque esto último haría innecesario el diálogo y la política, porque la política parte de la diferencia, sin ella no habría política, pero la política deliberativa tiene como principal propósito producir los mejores acuerdos para la sociedad y ellos solamente se logran respetando a los diferentes, dándoles el lugar para que, mediante los argumentos más sólidos, puedan sobresalir, para que como bien lo dijera J. Habermas: impere la coacción argumentativa, que no es otra cosa que triunfe el mejor argumento.
Cuando se busca el interés particular, saciar bolsillos, beneficiar amigos, pagar favores electorales, ayudar a la familia a través del poder público, realizar alianzas oportunistas, la razón de estado, poner el poder político a favor de una persona o un grupo particular, premiar incondicionales, no se hace política, porque para hacer política no basta con declarar que lo que hacemos es política, debe pasar la prueba de servir y estar al servicio del interés general, lo demás es antipolítica.
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