El Liberalismo Clásico parte de las siguientes paradojas:
1.- Un concepto de nación monolítica, que por ser una construcción abstracta no puede representarse así misma y por eso lo hace a través de órganos, representación que emana del pacto social originario y no de contiendas electorales, que en último de los casos solo tienen como propósito determinar quién habrá de ocupar un cargo en un órgano representativo y es el triunfo electoral el título que permite ejercer una función que en lugar de venir de las urnas, viene de la Constitución.
2.- Que las organizaciones, incluidas los gremios, sindicatos, partidos y demás, son rechazadas por considerar que segmentan la unidad de la nación.
3.- Que el sujeto de la democracia es el individuo y no el grupo: un individuo, un voto.
4.- Que el individualismo pone el soberano al servicio de los propietarios.
5.- Que el ciudadano abstracto es una ficción para igualar a los desiguales.
6.- Que no concibe la política resultado de la diferencia y por lo tanto del conflicto, porque el Estado Constitucional, según ellos, tiene una base homogénea, donde no hay razón para los partidos, que más que una realidad jurídica son una realidad sociológica.
7.- Que el Estado liberal es fundado para decirle al soberano que tiene limites, que no puede tocar los llamados derechos humanos en cuyo centro está la propiedad privada y que el poder político es uno solo, pero debe dividirse para su funcionamiento, aunque ya sabemos que la soberanía con límites jurídicos no es soberanía.
8.- Que la división de esferas sigue siendo una asignatura pendiente de la modernidad, donde el poder económico cada día se traga al poder mediático.
9.- Que la voluntad general le ha sido expropiada a la ciudadanía por los poderes fácticos.
10.- Que en él la negociación suple la discusión como método para la toma de decisiones.
11.- Que en éstas condiciones no se admite una política que deslinde y, menos a los partidos, que como dijera Sigmund Neumann: Tomen partido.
12.- Para él la libertad liberal se circunscribe a rechazar la intervención del poder común en un ámbito que considera natural pero que en realidad determinaron las clases propietarias.
13.- Que la división de poderes justifica que un órgano pueda impedir que otro actúe fuera o rebasando las potestades constitucionales.
14.- Para los partidarios de esta ideología los ciudadanos no dejan de ser libres en el momento que ya no se obedecen así mismos sino a acuerdos convertidos en leyes tomados por asambleas restringidas y separadas de la sociedad.
15.- Que el Estado moderno primero necesita de la soberanía para nacer y una vez que ha nacido no sabe como deshacerse de ella. Hoy mismo sólo se le reconoce en una opinión pública manipulable.
Es por eso que el partido político de cuadros dio paso al partido de masas y éste al partido de todo el mundo, el que todavía se ha desdibujado primero en el partido cártel que en lugar de usar al corporativismo es un instrumento de los poderes fácticos, como el PAN, y en otro modelo de partido que podríamos llamar partido gigoló o glamour, porque para vivir tiene que tratar de complacer a todos, dejando atrás al partido guía, vanguardia, avanzada.
El registro de los partidos depende del umbral de votos exigidos por la ley, pero además, el presupuesto que se les asigna a los partidos políticos es en relación del tamaño de la cosecha que logren en el proceso electoral inmediatamente anterior, de tal manera que no les queda otra opción que adaptarse a lo que quiere el electorado, que como ya vimos es una concepción de política y de políticos de conciliación, civilidad, respeto, y sobretodo de armonía con los intereses de los grandes capitales y barones del dinero, sin importar que con ello la gerencia sustituya al Estado, compitiendo únicamente en parámetros de eficiencia, es decir, haber quien lo hace mejor, sin importar abrir con ello las puertas de la barbarie y de paso estimular el escapismo político y la ruptura institucional.
Es verdaderamente paradójico que los liberales emplacen no a los diputados electos sino a los partidos a llegar a acuerdos que después enviarán a sus legisladores para que sancionen lo previamente convenido por las cúpulas, muchas veces sin la presencia de ningún diputado, sin importarles que con ello acepten de facto la segmentación de una representación (los diputados así ya no representan a la nación, representan a los partidos) y anulen el voto de conciencia, haciendo del uso de la tribuna mera oportunidad para posar para las cámaras de televisión, ya que finalmente nadie quisiera que no cumplieran con lo pactado fuera del recinto parlamentario.
Sería muy injusto que mientras liberales piden que la máxima representación nacional sujete la discusión a los acuerdos ínterpartidistas y extrapartidistas, exijan por otro lado, precisamente a los partidos, que hagan lo contrario, es decir, privilegien la discusión al acuerdo, para que su imagen no corresponda a la imagen que se demanda y pasen a engrosar el cementerio partidista, o si bien les va, la trinchera testimonial, como vemos hoy acechar al PT, Convergencia y al mismo PRD.
Con un concepto de política y de políticos que privilegia el acuerdo, no debe sorprender a nadie que los liderazgos estén empeñados en que sus candidatos resulten del consenso en lugar de la confrontación, que muchas veces esta última se exige a sabiendas de que un purismo democrático puede llevar a situarse lejos de la demanda electoral.
En todo caso cabría parodiar a Don Jesús Reyes Heroles: El partido propone, el pueblo decide.
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