Palabras de Inocencio Yáñez Vicencio, presidente
de la Fundación Colosio en Veracruz, el día 13 de
Agosto de 2009, en el CETRADE, con motivo de
la presentación de las obras completas de
Don Jesús Reyes Heroles.
UN HOMBRE DE CIENCIA Y DE ESTADO
En la presentación de los ocho volúmenes de las obras completas de Jesús Reyes Heroles, editadas por la Asociación de Estudios Históricos y Políticos Jesús Reyes Heroles, A. C., la Secretaría de Educación Pública y el Fondo de Cultura Económica, se me ha pedido versar sobre los tres primeros volúmenes y, en respeto a esa solicitud, trataré de omitir anécdotas o juicios que rebasen esos límites, dado que quienes tienen la encomienda de tratar sobre el resto de esta obra, se ocuparán de ello, amén de que existen prólogos de Silvio Frondizi, Enrique Tierno Galván, Horacio Labastida Muñóz, Eugenia Meyer, aportando datos y testimonios sobre el autor, que hacen ocioso su tratamiento aquí.
Cuando en 1944 presenta su tesis: Tendencias actuales del Estado, para obtener su titulo de licenciado en derecho, Jesús Reyes Heroles, apenas ha cumplido 23 años, y no produce una arenga de plazuela sino una reflexión teórica de un nivel muy aceptable
Son días en que está por librarse la batalla decisiva entre las hordas nazifacistas y las fuerzas aliadas del campo liberal y socialista.
La visión ahistorica del Estado de George Jellinek, que invitaba a verlo como un fenómeno sociológico pero también jurídico se sobreponía al influyente formalismo jurídico del maestro vienés Hans Kelsen, que diluía al Estado en el derecho, con lo cual regresaba a la metafísica, dejaba su impronta en la inmensa mayoría de los estudiosos de esta categoría en aquella época.
El primer gran mérito es producir una obra al inicio de su vida intelectual que muchos quisiéramos, por su rigor, su erudición, su valentía, su visión crítica y propositiva, tenerla por cierre de nuestro ciclo biológico.
Para él el Estado es una forma histórica del poder político que surge al desintegrarse el feudalismo y que se ha tratado de explicar teológicamente, naturalistamente, metafísicamente, racionalmente, contractualmente, históricamente, sociológicamente, jurídicamente.
El formalismo jurídico estará presente a lo largo de su vida, pero nunca aceptó la idea que todo Estado por estar sometido a un derecho, es un Estado de derecho; tesis que rectificaría Kelsen en su ensayo valor y esencia de la democracia.
La relación, aunque a veces endeble, que hace de las partes sociológica y jurídica del Estado le lleva a superar la visión de entelequia con que lo ven muchos de su generación, sosteniendo que los fines se los debe fijar democráticamente la sociedad, principalmente, la sociedad trabajadora, porque no acepta que tengamos una sociedad indiferenciada, que en la realidad posibilite una representación homogénea y funcional, un Estado neutro, en medio de todas las turbulencias sociales.
Valora el racionalismo iusnaturalista para explicar el origen del Estado, desde el momento que ya no acude a la teología para tratar de comprender la fundación del poder común sino en el pacto de cada uno, en el contrato social.
Es evidente que está más cerca de la teoría de Maurice Hauriou, que nos dice que el Estado moderno surge de expropiar poderes a las corporaciones privadas que hacían funciones estatales.
La traducción y aparición en 1941, de la obra de R Brandenburg, por el FCE, que arranca diciendo: La teoría política es la ciencia del Estado….expresa el peso que el institucionalismo tenía en el estudio de los fenómenos políticos en esos años y la obra que nos ocupa no podía sustraerse a esa influencia. Lo muestra cuando expresa que: El hecho de que la ciencia política fuese denominada y lo sea, teoría general del Estado, revela que el Estado, producto específico de la modernidad, se convierte en patrón calificador absoluto de una categoría de conocimiento.
Cree en el derecho, por eso está presente en toda su trayectoria la afirmación de Cicerón de que pueblo no es cualquier multitud sino aquella que se rige por el derecho. Cabe aclarar que su veneración al derecho no lo conduce a recepcionar la tesis de Raimond Carre de Malberg, quien condiciona la existencia de una constitución (aún en su concepción orgánica) al nacimiento del Estado. Teoría general del Estado. FCE. I948 Pág. 76.
Es cierto que en nuestros días se suele hacer una bifurcación entre la teoría política y la ciencia política, la primera como productora de conceptos y la segunda ocupada de la investigación empírica de los fenómenos políticos, separación que preocupó a los mismos fundadores y propagadores sistémicos, porque eso hizo perder brújula al empirismo.
Por otra parte es cierto que la ciencia política no puede tener como único referente de estudio al Estado, pero el resurgir del institucionalismo demuestra que fue un error quererlo prácticamente suprimir como eje de la ciencia política.
El trabajo con que arranca la obra que hoy presentamos se inserta en una tradición que quiere comprender al Estado en su totalidad, que no totalitario, como un producto cultural, histórico, sociológico, filosófico, racional, jurídico.
Nuestro autor abre su trabajo diciéndonos que: El método de la teoría del Estado es por fuerza totalizador: formas y contenidos, hechos y teorías, objetividades y subjetividades, realidades históricas y presunciones psíquicas, interesan por igual. Lo mismo que para comprender la democracia dijera el autor del más importante tratado de ciencia política en Francia, Georges Burdeau.
Explicitando esta visión, el estudioso tuxpeño nos dice: Por lo tanto, si se quiere comprender una específica realidad estatal, habrá que conectarla con el complejo histórico-sociológico que motivó su nacimiento y que le sirve de estructura cimentadora.
Tiene muy claro que la política es un conjunto de ideas, prácticas, conductas, mecanismos, instituciones, creadas para encauzar las diferencias étnicas, religiosas, económicas, sociales, culturales y filosóficas, diferencias que la política no genera, que de no existir ésta, seguirían presentes, aunque el poder político, establecido para lograr los fines que una sociedad se proponga, genere en su conquista, sucesión, transmisión, retención y recuperación, sus propias diferencias que no pueden necesariamente tenerse como las más importantes, y menos las únicas, por la sencilla razón de que la política no pueden nacer para algo que no existe, que es posterior a ella, visión que podría llevar a la falacia de que suprimiendo a la política se acaban los conflictos o a concebirla como un fin en sí misma.
La historia política de la humanidad, decía Norberto Bobbio, es la historia de las relaciones de mando y obediencia, por eso tiene razón el autor de la obra que comentamos, al explicarnos que: cada forma política –polis en Grecia, civitas e imperio en Roma, land en la Edad Media, Estado en los tiempos modernos- es producto de un conjunto de factores que privan en una etapa histórica. Formas jurídico-políticas que se justifican y validan únicamente en la medida que sean capaces de dar respuestas satisfactorias a los grandes problemas comunitarios de su tiempo.
Cuando se minan las fuentes de legitimación del poder de una organización jurídico-política, entra en crisis y tiene que ceder paso ya sea pacífica o violentamente a un nuevo andamiaje institucional para no regresar a la guerra de todos contra todos.
Abrevando en la Teoría del Estado de Herman Heller, de quien recibe la mayor influencia, hace suya la concepción de que el Estado es fruto propio y exclusivo del occidente y resultado de los tiempos modernos.
El planteamiento fundamental lo bosqueja en el largo pero ilustrativo párrafo que transcribimos: Como quiera que una forma política impuesta a una realidad distinta en todos sus elementos de aquella que la motivó, es un armazón inútil, momificado, obstructor de las nuevas realidades y ahistórica en su médula, cabe preguntarse si la actual crisis política no viene a demostrar la superación histórica, el rebasamiento total del Estado moderno. Si el conjunto de factores que dio lugar al nacimiento del Estado moderno ha dejado de tener vigencia histórica, entonces esa estructura política se encuentra fosilizada, superpuesta a una realidad que no obedece e interpreta, sino restringe, limita y estorba; sí, por el contrario, esencialmente reinan los factores que originan el Estado moderno y solamente han sufrido mutaciones, transformaciones que no alteran sustancialmente su validez histórica, debe concluirse que el Estado moderno es, en esencia, apto para expresar esas realidad y solo requiere una adaptación o adecuación que restaure su eficacia.
Para comprender la crisis del Estado moderno, lo analiza desde su nacimiento. Observa que al parto del Estado confluyen los descubrimientos geográficos, inventos, las cruzadas, el desarrollo de las fuerzas productivas, los cambios en los patrones de cultura, como la aceptación del lucro que tanto condenó la patrística, la Reforma.
Con mucha claridad observa que el Estado no es resultado de una revelación sino producto de una realidad que demanda el desarrollo de las fuerzas productivas, que transitan del taller familiar y artesanal a la producción en serie e industrial, concentrando los burgos el éxodo de la mano de obra rural, con lo cual resultan obsoletos los estatutos de privilegio y las ordenanzas, por un lado, y las fronteras y limites poblacionales, por el otro, porque, junto a la falta de monedas más ampliamente aceptadas y estables, las barreras del idioma y de comunicación, impedían la formación de mercados.
Es la integración de grandes núcleos demográficos, conocidos como naciones, lo que estimula el nacimiento de mercados que demandan mayores volúmenes de mercancías, que a la vez exige que las leyes particulares sean sustituidas por leyes generales y abstractas, delimiten su espacio de aplicación y separen el presupuesto del rey del presupuesto del reino, crear una representación, tener oficialmente un idioma, una bandera, un escudo, una representación no estamental sino general, el reconocimiento de derechos políticos para los miembros de cada comunidad, tribunales para dar a cada uno lo suyo, policía para dar seguridad y un ejército profesional.
En lo extenso de los territorios y lo numeroso de sus poblaciones, los colectivos que se van integrando con el derrumbe del feudalismo, ven imposible la identidad entre gobernados y gobernantes, por lo que la nueva organización jurídico-política que surgen en los siglos XVI y XVII, es representativa, es decir, está separada de la sociedad, lo que no es en sí un límite, como erróneamente lo afirma, sino por el contrario, la razón de que los modernos piensen en limitarla dividiendo el ejercicio del poder y reservando una esfera de derechos individuales de carácter prepolítico, esto es, tenidos por existentes desde antes del pacto social que da origen al Estado. Seguramente este error lo infiere de la falsa identidad (como él mismo lo afirma mas adelante) que hacen los sovietistas entre Estado y sociedad, de la que resulta un Estado omnímodo a diferencia de los griegos que sí tuvieron una real identidad entre Estado y sociedad, por lo que no hacía necesaria la garantía de derechos que ellos como gobernantes y gobernados a la vez no podían pisotearse a sí mismos.
Los orígenes de la actual crisis, justamente los ve en que: La burguesía llevó sus afanes limitadores del Estado al extremo, su pretensión de obtener libertad absoluta en materia de economía, de utilidades, en realidad, se vio consagrada cuando el Estado se encontró en la etapa de laissez-faire. Anemia que imposibilita que en muchas situaciones ni siquiera pueda proteger a los ciudadanos.
Niega la posibilidad de un Estado neutro sobre un todo monolítico, como lo enarbola el liberalismo decimonónico, desde el momento que afirma que: Las masas, por mucho que anhelen la libertad de la persona, no hayan en su pura persecución un aliciente sensible y poderoso; la igualdad meramente jurídica no posee magnetismo alguno, por ello se habla de igualdad económica y social.
Es innegable que aquí empata con su gran inspirador, el teórico del laborismo ingles, Harold Joseph Laski, que en su obra el Estado Moderno, dice: La igualdad política, por consiguiente, no será nunca efectiva y verdadera sino va acompañada de una virtual igualdad económica; en otro caso, el poder político se verá condenado a degenerar en un mero servidor y esclavo del poder económico, es decir, gobernar pero no mandar, o como se diría hoy, mandar obedeciendo ¿a quién? ¿A esa opinión pública que no es pública porque está monopolizada y alienada o de plano a los poderes fácticos? H. J. Laski. El Estado Moderno. Librería Bosch. 1932. T.I. Pág. 193.
Nunca se sumó al antisovietismo de Laski y menos a su crítica al concepto de soberanía.
Nos advierte de las alternativas autoritarias que: Reemplaza la generalidad de la ley, por la voluntad de un caudillo o conductor (pintando raya de Carl Schmitt, y sus seguidores), la división de poderes por la unidad de mando, los derechos del individuo por la disciplina del hombre y su absorción por el Estado, la soberanía popular y la representación política por una seudoidentificación de Estado y sociedad, por un espíritu comunitario captado por un caudillo o por organismos connaturales al hombre, e implanta partidos únicos. Suprime –sin negar el capitalismo ni la propiedad privada- el Estado moderno en todas sus partes y elementos.
Fue un defensor de los derechos individuales más nunca aceptó su fundamento naturalista, menos su carácter de absolutos, intocables, inmodificables y sacros.
La propiedad privada sobre los medios de producción la tiene como una relación jurídica (I), pero jamás como un derecho individual, ya que para serlo debe ser generalizable y en la realidad esa generalización es materialmente imposible.
Lo anterior queda definido al afirmar que: Lo que en los derechos individuales figuraba por la imposición de circunstancias temporales hoy superadas, debe ser abandonado, tal lo referente al derecho de propiedad; pero, la idea primordial de que el hombre es lo más valioso del universo y el objetivo principalísimo de toda actividad humana, anida ranciamente y funciona como constante de nuestra sociedad.
Ni ve Estado ahí donde sólo hay gobernantes y gobernados ni acepta que el más importante fin del Poder común sea la realización del derecho, siguiendo a Kant, pero el llamado anarquista de la cátedra León Duguit esta presente en él cuando localiza la fuente de los derechos individuales en la interacción social. León Duguit. Manual de Derecho Constitucional. Edit. F. Beltrán. 1921. Pág. 10.
Se pregunta ¿puede dotarse al Estado moderno de un contenido capaz de atraer las voluntades de las fuerzas sociales de la actualidad a su seno, sin violar su peculiar naturaleza? Y responde: Así lo creemos fundándonos en la idea de autoperfección democrática.
Antes había escrito, sin eufemismo alguno, que:…el pensamiento económico y social del liberalismo tendrá que ser abandonado en su casi totalidad si es que se quiere superar la crisis contemporánea. Reafirmando su militancia en la vertiente ética-política del liberalismo más no así en su vertiente económica. Nunca creyó que la mano invisible pueda autorregular el mercado (2).
Por eso no deja la menor duda de su filiación, al sostener que: el contenido socialista que insinuamos para el Estado moderno significaría la posibilidad de que la lucha de clases siga a su cauce normal –la historia no se niega-, pero convirtiéndose el Estado en institución que suaviza las esperanzas de dicha lucha mediante una tutela decidida a los intereses del proletariado, el Estado no buscaría el equilibrio de clases, dado que dicho equilibrio favorece a la clase poseedora de los medios de producción, sino que lo rompería implantando medidas sociales y políticas que liberasen a los trabajadores de sus necesidades, obteniendo de esta manera el apoyo mayoritario que estos pueden proporcionarle.
No es contrario al lucro capitalista, lo es a su desmedida y desquiciante búsqueda.
Por imperativos de uso, es decir, guiado por la demanda real, propone un Estado planificador, no de reacción, por el contrario, previsor.
Con la nitidez que siempre le caracterizó, sostuvo, sin ambages que: en nuestra idea de planificación, los derechos individuales de contenido patrimonial, se restringirían, serían limitados y sujetos a función social. En cambio, el derecho del hombre a la libertad alcanzaría su más alto grado de perfección.
¿Hay perspectivas de que en un Estado social de derecho asentado en la vigencia del capitalismo pueda verificarse la igualdad económica? Dice: nuestra respuesta es negativa. Mientras reine el capitalismo la sociedad seguirá dividida en clases y la estratificación es hecha conforme al criterio económico. Pero la potencialidad técnica propia del capitalismo, una planificación económica dirigida por fines de uso, la abolición de la propiedad como privilegio y su conservación como función social, la limitación de las ganancias o beneficios patronales, permiten -privando al capitalismo- una igualdad económica de equivalencia.
Al mismo tiempo que cree en la unicidad del Estado, sostiene que: el Estado moderno no puede, sin embargo, prescindir del pluripartidismo pues a su través se obtiene la exteriorización de las opiniones encontradas que de la sociedad emergen y son ellos el único vehículo con que se cuenta para recibir el aliento del pueblo. Lo que nada tiene que ver con la concepción pluralista que distribuye la soberanía en entidades autónomas.
Como teórico del Estado sabe que hay que defenderlo, pero para que partiendo de una base diferenciada cuente con los canales necesarios por donde puedan expresarse esas diferencias que, en conjunto, de manera libre y ordenada, puedan construir una voluntad general actuante, que nos dirija al encuentro de los más grandes propósitos de la sociedad.
Quiere un Estado ejecutor de una voluntad general viva, producida en libertad e igualdad plena.
El estudio del Estado es revelador de su disciplina, rigor y privilegio de la lógica de las ciencias sociales frente a la lógica del poder, a la hora de explicar un fenómeno central de la teoría y la ciencia política, pero no menos exigente es consigo mismo a la hora de examinar las formas que fácticamente se han dado como alternativas a la crisis del Estado liberal.
El distinguir el Estado de sus formas abstractas y concretas, es ya un avance, tomando en cuenta que hay desde los que hablan del Estado liberal como si fuera el Estado en si, hasta los que se refieren a formas cuando en realidad hablan de contenido.
Tiene razón la dialéctica cuando nos dice que la forma debe ser la exteriorización del contenido porque, sin correspondencia se anula. Será por eso que exigía tener presente que en política, la forma es fondo, que a veces es más importante parecer que ser.
Las formas autoritarias de Estado que se han conocido han fracasado porque no han sido desarrollo del Estado, sino su negación al soslayar fundamentos tanto racionales como históricos que sustentan su origen.
La única forma de Estado con porvenir, que se extrae de su tesis de licenciatura, es aquella que entiende que la seguridad jurídica solo será una realidad cuando se garanticen y se hagan exigibles los derechos sociales, económicos y culturales. Quería que la asistencia social dejara de ser un asunto de caridad para pasar a ser un asunto de derechos, como le entendieron los constituyentes del 17
De su análisis del Estado soviético, el Estado fascista, el Estado portugués, del Estado nacional-socialista, del Estado nacionalsindicalista, se desprende su condena al abandono total de la vertiente ética-política que avizora que con la salvedad del fundamento metafísico de los derechos individuales y el error de John Locke, de reducirlos al derecho de propiedad, debe dejar de verse como un legado burgués para adquirir verdaderamente rango universal.
Jesús Reyes Heroles, ya había sido auxiliar del General Heriberto Jara Corona, en la presidencia del PRM (hoy PRI), que la ocupó del 28 de mayo de 1939 al 3 de diciembre de 1940, por lo que no sería justo decir que estas ideas responden a un hombre alejado de la política, del poder y del partido en que orgullosamente militó toda su vida, que hoy le contestaría a su hijo Federico, con sus mismas palabras, que no se puede engañar a muchos por mucho tiempo. Que sus encuestas siendo aproximadas, siempre darán margen al error.
Antes de cumplir los 20 años ya era un hombre definido, que no hablaba a reacción ni por ocurrencias. Fue a la escuela a aprender y a enseñar que se puede hacer ciencia cerca del poder si hay dignidad y ética.
Hoy que para alcanzar o retener el poder muchos están dispuestos a aliarse hasta con el mismo diablo y que otros gobiernan sólo mirando los votos y la popularidad, vale la pena recuperar el legado ético de Jesús Reyes Heroles.
No está por demás recordar que en 1944 existía un gobierno que había convocado a la unidad nacional y era fama pública su vinculación con los sectores clericales y reaccionarios.
No le tentó, y si así fue, no hay duda de que resistió, echarse a los pies del poderoso en turno, en este caso del presidente caballero.
En política el indefinido es un emboscado, es un falsificador de la política, es un negador de la política, por la sencilla razón de que en política querer quedar bien con todos es una quimera y un engaño, porque el solo hecho de moverse en una sociedad diferenciada obliga a hacerlo en favor de unos y en contra de otros, hacia la derecha o hacia la izquierda.
Sabía que el político que se fuerza por aparecer con la imagen del que no rompe un plato, en realidad se pone al servicio de los que no quieren que se hagan olas, que se altera el equilibrio. Ese es el tipo de político que quieren los poderosos, condenando al estigma y al ostracismo al que no se someta a ese perfil. Anticipó que si se imponía ese concepto de la política sólo serían aceptados los partidos que no toman partido, los demás serían lanzados del paraíso por rijosos, quedando así despejado el camino para el partido de todo el mundo, que ni es parte ni toma partido.
A los únicos que les conviene ocultar su ideología es a los que tienen detrás a las oligarquías, porque si se presentaran tal como son, se aislarían, por eso se presentan como defendiendo al todo, sin tomar partido, aunque lo hagan a nombre de un partido, que hacen aparecer como mera maquinaria electoral disputando solamente votos para traducirlos en escaños, es decir, en botín político
Encarnó la lealtad institucional antes que la lealtad personal, por eso no se le daba el halago, y cuando se le emplazaba a hacerlo, lo aprovechaba para reclamar.
Los años inmediatos que siguieron a su recepción profesional fueron de regresión revolucionaria. Rodolfo Sánchez Taboada, siendo presidente del PRI, descarga un feroz ataque contra el ejido. Miguel Alemán Valdez promueve la contrarreforma agraria del amparo en esta materia. Se levanta el primer piso al neoliberalismo.
Jesús Reyes Heroles, no sólo fue un joven por su edad sino que también lo era por sus ideas y su actuar, advertía que podía haber jóvenes viejos y viejos jóvenes. Sabía que en una piel joven también puede albergar la simulación, el gatopardismo, la farsa, la antidemocracia, la tecnocracia, el autoritarismo, el clientelismo, el lacayismo, el parkinson político, la indefinición, el oportunismo.
Decía que en política la capacidad está en función de la oportunidad, por eso, por falta de oportunidad hay muchas capacidades perdidas. Urgía a formar jóvenes en el funcionariado y en la toma de decisiones, le apostaba a la capacidad más que a la astucia, aun sabiendo que, sobre todo, ahí donde esta ausente el espíritu republicano la oportunidad se logra por la confianza y no por la capacidad, confianza o interés, pago de facturas o alguna utilidad, que nada tiene que ver con la capacidad.
Parodiando a Weber, diríamos que siempre supo que la política se hace con la cabeza, no con los músculos. A la juventud siempre le habló como él sabía hacerlo: con franqueza. Halagarla no era un rito o una práctica que fácilmente se le daba. Nunca le preocupo la edad. A lo mejor por aquello que Jules Romains decía: La juventud es el tiempo que se tiene por delante. Estaba conciente que detrás del telón de una lucha generacional invariablemente hay una lucha de intereses y de visiones de mundo.
El relevo generacional es nominal y no real si se presenta entre las mismas familias y grupos. El relevo biológico no acompaña necesariamente al relevo político. Vamos, puede haber relevo biológico sin relevo político, cuando la estafeta circula únicamente entre los cercanos por afecto o interés.
Entendí por qué Jesús Reyes Heroles acostumbraba confiar a sus amigos que al final esperaba ser juzgado por su obra intelectual, cuando leí lo que François Mitterrand le había dictado a Guy Claisse, que a letra dice: Se juzga a un hombre por sus ideas, no por su edad, y el socialismo es todavía la idea más nueva del mundo.
Es indudable que desde que se hizo pública la tesis de Jesús Reyes Heroles, se habla del tipo de Estado que quería, de su visión de la crisis del Estado liberal, de lo que había que conservar y de lo que había que cambiar, de la vía para hacerlo, de su crítica al liberalismo, de su crítica a la propiedad privada, del tipo de socialismo que abrazaba, de la planificación que proponía, de su determinación de apoyar el valor de uso, de su alianza con los trabajadores, de su rechazo a la atomización del Estado, de su defensa al pluripartidismo y a la democracia.
Lo que habríamos de preguntarnos es si hoy cuando hablamos de un joven ¿hablamos de sus ideas? ¿Quieren sacar provecho del actual estado de cosas o quieren transformarlo? ¿Hacia donde quieren transformarlo?
Reyes Heroles no solo fue un receptor de las ideas más nuevas sino que las profesó para avanzar en la búsqueda de un mejor estadio de vida para los mexicanos.
Doce años después de graduado como licenciado en Derecho, en 1956, con sus notas sobre el significado del estudio de las ciencias políticas, que en su caso no separa de la filosofía política como lo hacen los cientistas norteamericanos, recordaría, citando al Duque de Rohace, después de cotejar las propuestas más relevantes en la trayectoria del pensamiento político, que: Los príncipes gobiernan a los pueblos, pero los intereses gobiernan a los príncipes. Aunque los gobernantes lo nieguen, porque decir que gobiernan para todos -lo que en política es imposible- es una forma de ocultar realmente a que intereses sirven.
Todos sabemos que el fetichismo atribuye propiedades sobrenaturales a un objeto. En el caso del poder político abundan los que creen que tiene la propiedad de hacer a un bobo, listo; a un ignorante, sabio; o a un feo, bonito. Lo que se agrava cuando además de espejos o espontáneos tiene representante de medios que le repiten lo que quiere oír, llamando herejes o locos, por aquello de que no son tomados como normales, a los que no se suman al coro de aduladores. Vivimos un fetichismo político que crea la ilusión de que las elecciones dan poder, cuando sólo llevan al poder; el triunfo es el título en nombre del cual se ejerce un cargo. No es lo mismo estar en el poder, que tener poder. Cada día se separan los que están en el poder de los que tienen poder, que por cierto, sus depositarios reales no son los ciudadanos.
Entendió, con Georges Burdeau, que la ciencia política más que una enciclopedia de conocimientos es un método de búsqueda.
Le gustaba guardar distancia tanto del realismo político como de todo dogmatismo. El primero, porque engendra vividores de la política, y el segundo, fanáticos, igualmente reprobables.
El justo medio lo invocaba para aislar extremos, no para situarse en la indefinición o el inmovilismo.
Repetía la concepción de la política de Herman Heller, en el sentido de que la política es el arte de lo posible, no con un sentido oportunista para arriar banderas o justificar fatalismos sino para mantenerse alejado del todo o nada, para explicarnos que la política se ocupa de cosas posibles, que tiene limitaciones humanas, que basta de pedirle que se ocupe o llevarle a que se ocupe de cosas que no le pertenecen, lo que genera una sobredemanda y provoca en buena parte la crisis de credibilidad que padece.
La política nació como su nombre lo dice, para ocuparse de los asuntos de la Polis, de los asuntos comunes, de los asuntos públicos, de la res publica.
Curso de Teoría del Estado, impartido de 1962-1963, en la Facultad de derecho de la UNAM, es el desarrollo de ideas que si bien es cierto que no se exponen de forma acabada, si muestran mayor soporte tanto en los presupuestos teóricos como metodológicos.
Si mal no recuerdo, en un número de aniversario de la revista Siempre, publicó por primera vez su trabajo: Hacia un Estado Social del derecho, como anticipo de un libro en preparación, que nuca vio la luz.
Hoy que en la XX Asamblea Nacional Ordinaria el PRI determinó inscribirse en la corriente socialdemócrata y consignar en sus documentos básicos la lucha por el Estado social de derecho, es urgente abrevar en sus ideas acerca del Estado, recordando, a propósito que: La expectativa de un Estado social de derecho puede todavía y siempre y cuando sea factible a corto plazo, evitar regresiones, cuyos requisitos se dan en un mundo de inflación y desempleo.
Las luces estaban, pero como los topos, preferimos la oscuridad y ya ven donde nos encontramos, cavando hacia abajo. Basta de fanfarronerías, hagamos política en serio.
Hoy que muchos han encontrado muy rentable hacer política declarándose apolíticos, no estaría mal que recordaran la sentencia aristotélica de que fuera de la Polis solo viven dioses o bestias y es ella la que hace hombre al hombre.
La predicción no es el fuerte de la ciencia política, sin embargo, sin ella no hay ciencia, por eso, es de justicia reconocer que nadie como él vio el fracaso que resultaría de llegar la derecha al poder y si no veamos la respuesta que da a la pregunta ¿Qué consecuencias traería para el partido y para la nación el que un partido opositor tomará el poder?
Vamos a ver el cuadro de los partidos políticos. ¿Cómo gobernarían los del PAN en el caso de triunfar? Pienso, sinceramente, que si no fuera tan serio el problema, lo peor que le podríamos hacer a Acción Nacional sería decirle: Gobierna. No sabría gobernar. Esta es la verdad de las cosas. Obras. T. III, Pág. 431
Cuando vemos que muchos políticos tratan al pueblo como un conglomerado de retrasados mentales, que creen que pueden hacer pasar sus liturgias circenses por actos republicanos, no cabe duda que hace falta mirar hacia la conducta y la obra de Reyes Heroles.
La promoción de estas obras, es oportuna, no solo por aquello de que entre más arrecia la tempestad más se necesitan los instrumentos de navegación para retornar a puerto, sino porque muchas veces los más cercanos -y no me refiero únicamente a la familia- somos los más lejanos de las ideas del maestro, historiador, jurista y político, Jesús Reyes Heroles.
(I) DERECHOS PÚBLICOS SUBJETIVOS
Debemos al connotado jurista alemán Georg Jellinek, la clarificación del concepto derechos públicos subjetivos, realizada en su obra: Sistema de Derechos Públicos Subjetivos, editada en 1892.
Recuerda que el jurista iusnaturalista británico Blackstone, sostiene que el individuo al pasar de la sociedad natural a la sociedad civil pierde una parte de sus derechos para recibir a cambio los tres derechos originarios de la seguridad, de la libertad y de la propiedad.
La Revolución Francesa representa la superación de la sociedad segmentada que veía a los derechos pertenecientes a los individuos como privilegios.
Para el exponente de la más acabada teoría general del Estado, los sujetos no se relacionan únicamente entre sí, sino que, se relacionan con el Estado, teniendo al Estado por sujeto directo de esa relación jurídica-política. En el entendido que existe una relación jurídica donde una persona es titular de un derecho y, a la vez, tiene un deber frente al titular de ese derecho, es decir, reconoceremos la existencia en ella de dos o más sujetos y la necesidad de prestaciones y contraprestaciones entre esos mismos sujetos, dominando la idea de que aparece formada por la correlación entre un poder jurídico y un deber jurídico u obligación.
Sobre este tópico es pertinente la explicación del profesor Luís Legaz y Lacambra, quien nos dice que la relación jurídica supone un vínculo entre sujetos de derecho, nacido de un determinado hecho definido por las normas jurídicas como condición de situaciones jurídicas correlativas o acumulativas de facultades y deberes, cuyo objeto son ciertas prestaciones garantizadas por la aplicación de una consecuencia coactiva o sanción.
Visto así, el Estado es sujeto de derecho, y además es garante del cumplimiento de las pretensiones jurídicas de los ciudadanos por cuanto es también deudor respecto de aquellas, dice Pablo Lucas Verdú.
Precisamente Georg Jellinek, parte de que todo derecho es una relación entre sujetos de derecho. Un individuo absolutamente aislado no puede concebirse como investido de derechos. También el Estado, por consiguiente, no puede tener derechos, sino en cuanto lo piense como contrapuesto a otra persona.
El Estado lo entiende –dice Lucas Verdú- como una unidad de fines constituida por individuos, establecida en un territorio limitado, que posee una voluntad propia, en la voluntad de sus miembros-órganos; así mismo, el ordenamiento jurídico, independiente del Estado, regula la formación de aquella voluntad del Estado. De tal manera que el Estado, al crear su propio ordenamiento, se afirma como sujeto del derecho.
El derecho público subjetivo –dice el jurista germano- es la potestad de querer que tiene el hombre, reconocida y protegida por el ordenamiento jurídico en cuanto se dirige a un bien o a un interés.
Al reconocer como decisiva la voluntad individual, para la existencia y extensión de los intereses -sigue diciendo el profesor español- esto se transforma en un derecho público subjetivo, puesto que a esa voluntad individual le añade un reconocimiento jurídico. Y así, a la capacidad de hacer natural se le atribuye, como concesión, expresamente, la capacidad de exigir el reconocimiento y la acción del Estado. Esta capacidad, ahora jurídicamente relevante, forma la potestad jurídica, la que es capaz de poner en movimiento al Estado a través del Ordenamiento Jurídico para hacer valer sus intereses individuales. Potestad que no se funda en normas jurídicas que permiten sino en normas jurídicas que conceden una potestad.
Para Georg Jellinek, el derecho público subjetivo tiene dos vertientes: una formal y otra material. Desde la perspectiva formal consiste en pretensiones jurídicas, que derivan de las cualificaciones concretas de la personalidad. Desde la perspectiva material el derecho público subjetivo es aquel que pertenece al individuo por su cualidad de miembro del Estado.
La fuente de Derecho público subjetivo es el Estado y el medio para su creación el Derecho objetivo. El Estado porque es el que puede realizar las pretensiones jurídicas individuales, el derecho objetivo, por su parte, en cuanto instrumento por medio del cual el Estado crea y tutela tales derechos.
Para la viabilidad de los derechos públicos subjetivos hay que tener en cuenta la teoría de la autolimitación que el propio Estado se impone. Supone no sólo el reconocimiento de los derechos públicos individuales, sino el deber, por parte del Estado, de actuar a favor de la plena garantía de esos derechos, actuar, en definitiva, en pro de la libertad individual, dentro de sus propios límites, en pro de la seguridad jurídica de las relaciones jurídico-sociales, respetando la propiedad privada según el ordenamiento positivo de cada Estado y por último, si seguimos la enumeración de derechos propios del liberalismo que caracterizan la etapa decimonónica, también la garantía al derecho de resistencia a la opresión.
(II) MERCADO Y ESTADO.
Tan es una criatura creada artificialmente el merado, que solo pudo desarrollarse con el progreso de las fuerzas productivas y bajo las siguientes premisas: 1) Librando de obstáculos la circulación de personas, mercancías y dinero, en el marco de las fronteras de la naciente organización político-territorial, obligando a terminar con las jurisdicciones feudales, relaciones gremiales, corporativas, señoriales, estatutos de privilegio y ordenanzas; 2) La libertad contractual que empezó por liberar la mano de obra de los feudos para ir al taller industrial y a la fábrica; 3) Igualdad ante la ley, para quedar todos sometidos a un mismo ordenamiento legal; 4) La acuñación de moneda; 5) La política impositiva; 6) La seguridad; 7) La justicia; 8) La burocracia; 9) El monopolio de la coerción; y, 10) La defensa nacional. Esta muy claro que el origen y desarrollo del capitalismo industrial tiene como supuesto político-territorial al Estado moderno, al Estado nacional.
El Estado que tiene como base la nación, lo construyeron los grupos de mercaderes que necesitaban grandes espacios, numerosos consumidores, asegurar sus fuentes de abastecimiento y liberar a los siervos para que fueran a engrosar los ejércitos de mano de obra barata que demandaba la naciente industria, pero también necesitaban un poder central, una sola justicia, un derecho general, organizar la función jurisdiccional, abolir la justicia de propia mano, tener seguridad para sus vidas y bienes y establecer la defensa nacional.
de la Fundación Colosio en Veracruz, el día 13 de
Agosto de 2009, en el CETRADE, con motivo de
la presentación de las obras completas de
Don Jesús Reyes Heroles.
UN HOMBRE DE CIENCIA Y DE ESTADO
En la presentación de los ocho volúmenes de las obras completas de Jesús Reyes Heroles, editadas por la Asociación de Estudios Históricos y Políticos Jesús Reyes Heroles, A. C., la Secretaría de Educación Pública y el Fondo de Cultura Económica, se me ha pedido versar sobre los tres primeros volúmenes y, en respeto a esa solicitud, trataré de omitir anécdotas o juicios que rebasen esos límites, dado que quienes tienen la encomienda de tratar sobre el resto de esta obra, se ocuparán de ello, amén de que existen prólogos de Silvio Frondizi, Enrique Tierno Galván, Horacio Labastida Muñóz, Eugenia Meyer, aportando datos y testimonios sobre el autor, que hacen ocioso su tratamiento aquí.
Cuando en 1944 presenta su tesis: Tendencias actuales del Estado, para obtener su titulo de licenciado en derecho, Jesús Reyes Heroles, apenas ha cumplido 23 años, y no produce una arenga de plazuela sino una reflexión teórica de un nivel muy aceptable
Son días en que está por librarse la batalla decisiva entre las hordas nazifacistas y las fuerzas aliadas del campo liberal y socialista.
La visión ahistorica del Estado de George Jellinek, que invitaba a verlo como un fenómeno sociológico pero también jurídico se sobreponía al influyente formalismo jurídico del maestro vienés Hans Kelsen, que diluía al Estado en el derecho, con lo cual regresaba a la metafísica, dejaba su impronta en la inmensa mayoría de los estudiosos de esta categoría en aquella época.
El primer gran mérito es producir una obra al inicio de su vida intelectual que muchos quisiéramos, por su rigor, su erudición, su valentía, su visión crítica y propositiva, tenerla por cierre de nuestro ciclo biológico.
Para él el Estado es una forma histórica del poder político que surge al desintegrarse el feudalismo y que se ha tratado de explicar teológicamente, naturalistamente, metafísicamente, racionalmente, contractualmente, históricamente, sociológicamente, jurídicamente.
El formalismo jurídico estará presente a lo largo de su vida, pero nunca aceptó la idea que todo Estado por estar sometido a un derecho, es un Estado de derecho; tesis que rectificaría Kelsen en su ensayo valor y esencia de la democracia.
La relación, aunque a veces endeble, que hace de las partes sociológica y jurídica del Estado le lleva a superar la visión de entelequia con que lo ven muchos de su generación, sosteniendo que los fines se los debe fijar democráticamente la sociedad, principalmente, la sociedad trabajadora, porque no acepta que tengamos una sociedad indiferenciada, que en la realidad posibilite una representación homogénea y funcional, un Estado neutro, en medio de todas las turbulencias sociales.
Valora el racionalismo iusnaturalista para explicar el origen del Estado, desde el momento que ya no acude a la teología para tratar de comprender la fundación del poder común sino en el pacto de cada uno, en el contrato social.
Es evidente que está más cerca de la teoría de Maurice Hauriou, que nos dice que el Estado moderno surge de expropiar poderes a las corporaciones privadas que hacían funciones estatales.
La traducción y aparición en 1941, de la obra de R Brandenburg, por el FCE, que arranca diciendo: La teoría política es la ciencia del Estado….expresa el peso que el institucionalismo tenía en el estudio de los fenómenos políticos en esos años y la obra que nos ocupa no podía sustraerse a esa influencia. Lo muestra cuando expresa que: El hecho de que la ciencia política fuese denominada y lo sea, teoría general del Estado, revela que el Estado, producto específico de la modernidad, se convierte en patrón calificador absoluto de una categoría de conocimiento.
Cree en el derecho, por eso está presente en toda su trayectoria la afirmación de Cicerón de que pueblo no es cualquier multitud sino aquella que se rige por el derecho. Cabe aclarar que su veneración al derecho no lo conduce a recepcionar la tesis de Raimond Carre de Malberg, quien condiciona la existencia de una constitución (aún en su concepción orgánica) al nacimiento del Estado. Teoría general del Estado. FCE. I948 Pág. 76.
Es cierto que en nuestros días se suele hacer una bifurcación entre la teoría política y la ciencia política, la primera como productora de conceptos y la segunda ocupada de la investigación empírica de los fenómenos políticos, separación que preocupó a los mismos fundadores y propagadores sistémicos, porque eso hizo perder brújula al empirismo.
Por otra parte es cierto que la ciencia política no puede tener como único referente de estudio al Estado, pero el resurgir del institucionalismo demuestra que fue un error quererlo prácticamente suprimir como eje de la ciencia política.
El trabajo con que arranca la obra que hoy presentamos se inserta en una tradición que quiere comprender al Estado en su totalidad, que no totalitario, como un producto cultural, histórico, sociológico, filosófico, racional, jurídico.
Nuestro autor abre su trabajo diciéndonos que: El método de la teoría del Estado es por fuerza totalizador: formas y contenidos, hechos y teorías, objetividades y subjetividades, realidades históricas y presunciones psíquicas, interesan por igual. Lo mismo que para comprender la democracia dijera el autor del más importante tratado de ciencia política en Francia, Georges Burdeau.
Explicitando esta visión, el estudioso tuxpeño nos dice: Por lo tanto, si se quiere comprender una específica realidad estatal, habrá que conectarla con el complejo histórico-sociológico que motivó su nacimiento y que le sirve de estructura cimentadora.
Tiene muy claro que la política es un conjunto de ideas, prácticas, conductas, mecanismos, instituciones, creadas para encauzar las diferencias étnicas, religiosas, económicas, sociales, culturales y filosóficas, diferencias que la política no genera, que de no existir ésta, seguirían presentes, aunque el poder político, establecido para lograr los fines que una sociedad se proponga, genere en su conquista, sucesión, transmisión, retención y recuperación, sus propias diferencias que no pueden necesariamente tenerse como las más importantes, y menos las únicas, por la sencilla razón de que la política no pueden nacer para algo que no existe, que es posterior a ella, visión que podría llevar a la falacia de que suprimiendo a la política se acaban los conflictos o a concebirla como un fin en sí misma.
La historia política de la humanidad, decía Norberto Bobbio, es la historia de las relaciones de mando y obediencia, por eso tiene razón el autor de la obra que comentamos, al explicarnos que: cada forma política –polis en Grecia, civitas e imperio en Roma, land en la Edad Media, Estado en los tiempos modernos- es producto de un conjunto de factores que privan en una etapa histórica. Formas jurídico-políticas que se justifican y validan únicamente en la medida que sean capaces de dar respuestas satisfactorias a los grandes problemas comunitarios de su tiempo.
Cuando se minan las fuentes de legitimación del poder de una organización jurídico-política, entra en crisis y tiene que ceder paso ya sea pacífica o violentamente a un nuevo andamiaje institucional para no regresar a la guerra de todos contra todos.
Abrevando en la Teoría del Estado de Herman Heller, de quien recibe la mayor influencia, hace suya la concepción de que el Estado es fruto propio y exclusivo del occidente y resultado de los tiempos modernos.
El planteamiento fundamental lo bosqueja en el largo pero ilustrativo párrafo que transcribimos: Como quiera que una forma política impuesta a una realidad distinta en todos sus elementos de aquella que la motivó, es un armazón inútil, momificado, obstructor de las nuevas realidades y ahistórica en su médula, cabe preguntarse si la actual crisis política no viene a demostrar la superación histórica, el rebasamiento total del Estado moderno. Si el conjunto de factores que dio lugar al nacimiento del Estado moderno ha dejado de tener vigencia histórica, entonces esa estructura política se encuentra fosilizada, superpuesta a una realidad que no obedece e interpreta, sino restringe, limita y estorba; sí, por el contrario, esencialmente reinan los factores que originan el Estado moderno y solamente han sufrido mutaciones, transformaciones que no alteran sustancialmente su validez histórica, debe concluirse que el Estado moderno es, en esencia, apto para expresar esas realidad y solo requiere una adaptación o adecuación que restaure su eficacia.
Para comprender la crisis del Estado moderno, lo analiza desde su nacimiento. Observa que al parto del Estado confluyen los descubrimientos geográficos, inventos, las cruzadas, el desarrollo de las fuerzas productivas, los cambios en los patrones de cultura, como la aceptación del lucro que tanto condenó la patrística, la Reforma.
Con mucha claridad observa que el Estado no es resultado de una revelación sino producto de una realidad que demanda el desarrollo de las fuerzas productivas, que transitan del taller familiar y artesanal a la producción en serie e industrial, concentrando los burgos el éxodo de la mano de obra rural, con lo cual resultan obsoletos los estatutos de privilegio y las ordenanzas, por un lado, y las fronteras y limites poblacionales, por el otro, porque, junto a la falta de monedas más ampliamente aceptadas y estables, las barreras del idioma y de comunicación, impedían la formación de mercados.
Es la integración de grandes núcleos demográficos, conocidos como naciones, lo que estimula el nacimiento de mercados que demandan mayores volúmenes de mercancías, que a la vez exige que las leyes particulares sean sustituidas por leyes generales y abstractas, delimiten su espacio de aplicación y separen el presupuesto del rey del presupuesto del reino, crear una representación, tener oficialmente un idioma, una bandera, un escudo, una representación no estamental sino general, el reconocimiento de derechos políticos para los miembros de cada comunidad, tribunales para dar a cada uno lo suyo, policía para dar seguridad y un ejército profesional.
En lo extenso de los territorios y lo numeroso de sus poblaciones, los colectivos que se van integrando con el derrumbe del feudalismo, ven imposible la identidad entre gobernados y gobernantes, por lo que la nueva organización jurídico-política que surgen en los siglos XVI y XVII, es representativa, es decir, está separada de la sociedad, lo que no es en sí un límite, como erróneamente lo afirma, sino por el contrario, la razón de que los modernos piensen en limitarla dividiendo el ejercicio del poder y reservando una esfera de derechos individuales de carácter prepolítico, esto es, tenidos por existentes desde antes del pacto social que da origen al Estado. Seguramente este error lo infiere de la falsa identidad (como él mismo lo afirma mas adelante) que hacen los sovietistas entre Estado y sociedad, de la que resulta un Estado omnímodo a diferencia de los griegos que sí tuvieron una real identidad entre Estado y sociedad, por lo que no hacía necesaria la garantía de derechos que ellos como gobernantes y gobernados a la vez no podían pisotearse a sí mismos.
Los orígenes de la actual crisis, justamente los ve en que: La burguesía llevó sus afanes limitadores del Estado al extremo, su pretensión de obtener libertad absoluta en materia de economía, de utilidades, en realidad, se vio consagrada cuando el Estado se encontró en la etapa de laissez-faire. Anemia que imposibilita que en muchas situaciones ni siquiera pueda proteger a los ciudadanos.
Niega la posibilidad de un Estado neutro sobre un todo monolítico, como lo enarbola el liberalismo decimonónico, desde el momento que afirma que: Las masas, por mucho que anhelen la libertad de la persona, no hayan en su pura persecución un aliciente sensible y poderoso; la igualdad meramente jurídica no posee magnetismo alguno, por ello se habla de igualdad económica y social.
Es innegable que aquí empata con su gran inspirador, el teórico del laborismo ingles, Harold Joseph Laski, que en su obra el Estado Moderno, dice: La igualdad política, por consiguiente, no será nunca efectiva y verdadera sino va acompañada de una virtual igualdad económica; en otro caso, el poder político se verá condenado a degenerar en un mero servidor y esclavo del poder económico, es decir, gobernar pero no mandar, o como se diría hoy, mandar obedeciendo ¿a quién? ¿A esa opinión pública que no es pública porque está monopolizada y alienada o de plano a los poderes fácticos? H. J. Laski. El Estado Moderno. Librería Bosch. 1932. T.I. Pág. 193.
Nunca se sumó al antisovietismo de Laski y menos a su crítica al concepto de soberanía.
Nos advierte de las alternativas autoritarias que: Reemplaza la generalidad de la ley, por la voluntad de un caudillo o conductor (pintando raya de Carl Schmitt, y sus seguidores), la división de poderes por la unidad de mando, los derechos del individuo por la disciplina del hombre y su absorción por el Estado, la soberanía popular y la representación política por una seudoidentificación de Estado y sociedad, por un espíritu comunitario captado por un caudillo o por organismos connaturales al hombre, e implanta partidos únicos. Suprime –sin negar el capitalismo ni la propiedad privada- el Estado moderno en todas sus partes y elementos.
Fue un defensor de los derechos individuales más nunca aceptó su fundamento naturalista, menos su carácter de absolutos, intocables, inmodificables y sacros.
La propiedad privada sobre los medios de producción la tiene como una relación jurídica (I), pero jamás como un derecho individual, ya que para serlo debe ser generalizable y en la realidad esa generalización es materialmente imposible.
Lo anterior queda definido al afirmar que: Lo que en los derechos individuales figuraba por la imposición de circunstancias temporales hoy superadas, debe ser abandonado, tal lo referente al derecho de propiedad; pero, la idea primordial de que el hombre es lo más valioso del universo y el objetivo principalísimo de toda actividad humana, anida ranciamente y funciona como constante de nuestra sociedad.
Ni ve Estado ahí donde sólo hay gobernantes y gobernados ni acepta que el más importante fin del Poder común sea la realización del derecho, siguiendo a Kant, pero el llamado anarquista de la cátedra León Duguit esta presente en él cuando localiza la fuente de los derechos individuales en la interacción social. León Duguit. Manual de Derecho Constitucional. Edit. F. Beltrán. 1921. Pág. 10.
Se pregunta ¿puede dotarse al Estado moderno de un contenido capaz de atraer las voluntades de las fuerzas sociales de la actualidad a su seno, sin violar su peculiar naturaleza? Y responde: Así lo creemos fundándonos en la idea de autoperfección democrática.
Antes había escrito, sin eufemismo alguno, que:…el pensamiento económico y social del liberalismo tendrá que ser abandonado en su casi totalidad si es que se quiere superar la crisis contemporánea. Reafirmando su militancia en la vertiente ética-política del liberalismo más no así en su vertiente económica. Nunca creyó que la mano invisible pueda autorregular el mercado (2).
Por eso no deja la menor duda de su filiación, al sostener que: el contenido socialista que insinuamos para el Estado moderno significaría la posibilidad de que la lucha de clases siga a su cauce normal –la historia no se niega-, pero convirtiéndose el Estado en institución que suaviza las esperanzas de dicha lucha mediante una tutela decidida a los intereses del proletariado, el Estado no buscaría el equilibrio de clases, dado que dicho equilibrio favorece a la clase poseedora de los medios de producción, sino que lo rompería implantando medidas sociales y políticas que liberasen a los trabajadores de sus necesidades, obteniendo de esta manera el apoyo mayoritario que estos pueden proporcionarle.
No es contrario al lucro capitalista, lo es a su desmedida y desquiciante búsqueda.
Por imperativos de uso, es decir, guiado por la demanda real, propone un Estado planificador, no de reacción, por el contrario, previsor.
Con la nitidez que siempre le caracterizó, sostuvo, sin ambages que: en nuestra idea de planificación, los derechos individuales de contenido patrimonial, se restringirían, serían limitados y sujetos a función social. En cambio, el derecho del hombre a la libertad alcanzaría su más alto grado de perfección.
¿Hay perspectivas de que en un Estado social de derecho asentado en la vigencia del capitalismo pueda verificarse la igualdad económica? Dice: nuestra respuesta es negativa. Mientras reine el capitalismo la sociedad seguirá dividida en clases y la estratificación es hecha conforme al criterio económico. Pero la potencialidad técnica propia del capitalismo, una planificación económica dirigida por fines de uso, la abolición de la propiedad como privilegio y su conservación como función social, la limitación de las ganancias o beneficios patronales, permiten -privando al capitalismo- una igualdad económica de equivalencia.
Al mismo tiempo que cree en la unicidad del Estado, sostiene que: el Estado moderno no puede, sin embargo, prescindir del pluripartidismo pues a su través se obtiene la exteriorización de las opiniones encontradas que de la sociedad emergen y son ellos el único vehículo con que se cuenta para recibir el aliento del pueblo. Lo que nada tiene que ver con la concepción pluralista que distribuye la soberanía en entidades autónomas.
Como teórico del Estado sabe que hay que defenderlo, pero para que partiendo de una base diferenciada cuente con los canales necesarios por donde puedan expresarse esas diferencias que, en conjunto, de manera libre y ordenada, puedan construir una voluntad general actuante, que nos dirija al encuentro de los más grandes propósitos de la sociedad.
Quiere un Estado ejecutor de una voluntad general viva, producida en libertad e igualdad plena.
El estudio del Estado es revelador de su disciplina, rigor y privilegio de la lógica de las ciencias sociales frente a la lógica del poder, a la hora de explicar un fenómeno central de la teoría y la ciencia política, pero no menos exigente es consigo mismo a la hora de examinar las formas que fácticamente se han dado como alternativas a la crisis del Estado liberal.
El distinguir el Estado de sus formas abstractas y concretas, es ya un avance, tomando en cuenta que hay desde los que hablan del Estado liberal como si fuera el Estado en si, hasta los que se refieren a formas cuando en realidad hablan de contenido.
Tiene razón la dialéctica cuando nos dice que la forma debe ser la exteriorización del contenido porque, sin correspondencia se anula. Será por eso que exigía tener presente que en política, la forma es fondo, que a veces es más importante parecer que ser.
Las formas autoritarias de Estado que se han conocido han fracasado porque no han sido desarrollo del Estado, sino su negación al soslayar fundamentos tanto racionales como históricos que sustentan su origen.
La única forma de Estado con porvenir, que se extrae de su tesis de licenciatura, es aquella que entiende que la seguridad jurídica solo será una realidad cuando se garanticen y se hagan exigibles los derechos sociales, económicos y culturales. Quería que la asistencia social dejara de ser un asunto de caridad para pasar a ser un asunto de derechos, como le entendieron los constituyentes del 17
De su análisis del Estado soviético, el Estado fascista, el Estado portugués, del Estado nacional-socialista, del Estado nacionalsindicalista, se desprende su condena al abandono total de la vertiente ética-política que avizora que con la salvedad del fundamento metafísico de los derechos individuales y el error de John Locke, de reducirlos al derecho de propiedad, debe dejar de verse como un legado burgués para adquirir verdaderamente rango universal.
Jesús Reyes Heroles, ya había sido auxiliar del General Heriberto Jara Corona, en la presidencia del PRM (hoy PRI), que la ocupó del 28 de mayo de 1939 al 3 de diciembre de 1940, por lo que no sería justo decir que estas ideas responden a un hombre alejado de la política, del poder y del partido en que orgullosamente militó toda su vida, que hoy le contestaría a su hijo Federico, con sus mismas palabras, que no se puede engañar a muchos por mucho tiempo. Que sus encuestas siendo aproximadas, siempre darán margen al error.
Antes de cumplir los 20 años ya era un hombre definido, que no hablaba a reacción ni por ocurrencias. Fue a la escuela a aprender y a enseñar que se puede hacer ciencia cerca del poder si hay dignidad y ética.
Hoy que para alcanzar o retener el poder muchos están dispuestos a aliarse hasta con el mismo diablo y que otros gobiernan sólo mirando los votos y la popularidad, vale la pena recuperar el legado ético de Jesús Reyes Heroles.
No está por demás recordar que en 1944 existía un gobierno que había convocado a la unidad nacional y era fama pública su vinculación con los sectores clericales y reaccionarios.
No le tentó, y si así fue, no hay duda de que resistió, echarse a los pies del poderoso en turno, en este caso del presidente caballero.
En política el indefinido es un emboscado, es un falsificador de la política, es un negador de la política, por la sencilla razón de que en política querer quedar bien con todos es una quimera y un engaño, porque el solo hecho de moverse en una sociedad diferenciada obliga a hacerlo en favor de unos y en contra de otros, hacia la derecha o hacia la izquierda.
Sabía que el político que se fuerza por aparecer con la imagen del que no rompe un plato, en realidad se pone al servicio de los que no quieren que se hagan olas, que se altera el equilibrio. Ese es el tipo de político que quieren los poderosos, condenando al estigma y al ostracismo al que no se someta a ese perfil. Anticipó que si se imponía ese concepto de la política sólo serían aceptados los partidos que no toman partido, los demás serían lanzados del paraíso por rijosos, quedando así despejado el camino para el partido de todo el mundo, que ni es parte ni toma partido.
A los únicos que les conviene ocultar su ideología es a los que tienen detrás a las oligarquías, porque si se presentaran tal como son, se aislarían, por eso se presentan como defendiendo al todo, sin tomar partido, aunque lo hagan a nombre de un partido, que hacen aparecer como mera maquinaria electoral disputando solamente votos para traducirlos en escaños, es decir, en botín político
Encarnó la lealtad institucional antes que la lealtad personal, por eso no se le daba el halago, y cuando se le emplazaba a hacerlo, lo aprovechaba para reclamar.
Los años inmediatos que siguieron a su recepción profesional fueron de regresión revolucionaria. Rodolfo Sánchez Taboada, siendo presidente del PRI, descarga un feroz ataque contra el ejido. Miguel Alemán Valdez promueve la contrarreforma agraria del amparo en esta materia. Se levanta el primer piso al neoliberalismo.
Jesús Reyes Heroles, no sólo fue un joven por su edad sino que también lo era por sus ideas y su actuar, advertía que podía haber jóvenes viejos y viejos jóvenes. Sabía que en una piel joven también puede albergar la simulación, el gatopardismo, la farsa, la antidemocracia, la tecnocracia, el autoritarismo, el clientelismo, el lacayismo, el parkinson político, la indefinición, el oportunismo.
Decía que en política la capacidad está en función de la oportunidad, por eso, por falta de oportunidad hay muchas capacidades perdidas. Urgía a formar jóvenes en el funcionariado y en la toma de decisiones, le apostaba a la capacidad más que a la astucia, aun sabiendo que, sobre todo, ahí donde esta ausente el espíritu republicano la oportunidad se logra por la confianza y no por la capacidad, confianza o interés, pago de facturas o alguna utilidad, que nada tiene que ver con la capacidad.
Parodiando a Weber, diríamos que siempre supo que la política se hace con la cabeza, no con los músculos. A la juventud siempre le habló como él sabía hacerlo: con franqueza. Halagarla no era un rito o una práctica que fácilmente se le daba. Nunca le preocupo la edad. A lo mejor por aquello que Jules Romains decía: La juventud es el tiempo que se tiene por delante. Estaba conciente que detrás del telón de una lucha generacional invariablemente hay una lucha de intereses y de visiones de mundo.
El relevo generacional es nominal y no real si se presenta entre las mismas familias y grupos. El relevo biológico no acompaña necesariamente al relevo político. Vamos, puede haber relevo biológico sin relevo político, cuando la estafeta circula únicamente entre los cercanos por afecto o interés.
Entendí por qué Jesús Reyes Heroles acostumbraba confiar a sus amigos que al final esperaba ser juzgado por su obra intelectual, cuando leí lo que François Mitterrand le había dictado a Guy Claisse, que a letra dice: Se juzga a un hombre por sus ideas, no por su edad, y el socialismo es todavía la idea más nueva del mundo.
Es indudable que desde que se hizo pública la tesis de Jesús Reyes Heroles, se habla del tipo de Estado que quería, de su visión de la crisis del Estado liberal, de lo que había que conservar y de lo que había que cambiar, de la vía para hacerlo, de su crítica al liberalismo, de su crítica a la propiedad privada, del tipo de socialismo que abrazaba, de la planificación que proponía, de su determinación de apoyar el valor de uso, de su alianza con los trabajadores, de su rechazo a la atomización del Estado, de su defensa al pluripartidismo y a la democracia.
Lo que habríamos de preguntarnos es si hoy cuando hablamos de un joven ¿hablamos de sus ideas? ¿Quieren sacar provecho del actual estado de cosas o quieren transformarlo? ¿Hacia donde quieren transformarlo?
Reyes Heroles no solo fue un receptor de las ideas más nuevas sino que las profesó para avanzar en la búsqueda de un mejor estadio de vida para los mexicanos.
Doce años después de graduado como licenciado en Derecho, en 1956, con sus notas sobre el significado del estudio de las ciencias políticas, que en su caso no separa de la filosofía política como lo hacen los cientistas norteamericanos, recordaría, citando al Duque de Rohace, después de cotejar las propuestas más relevantes en la trayectoria del pensamiento político, que: Los príncipes gobiernan a los pueblos, pero los intereses gobiernan a los príncipes. Aunque los gobernantes lo nieguen, porque decir que gobiernan para todos -lo que en política es imposible- es una forma de ocultar realmente a que intereses sirven.
Todos sabemos que el fetichismo atribuye propiedades sobrenaturales a un objeto. En el caso del poder político abundan los que creen que tiene la propiedad de hacer a un bobo, listo; a un ignorante, sabio; o a un feo, bonito. Lo que se agrava cuando además de espejos o espontáneos tiene representante de medios que le repiten lo que quiere oír, llamando herejes o locos, por aquello de que no son tomados como normales, a los que no se suman al coro de aduladores. Vivimos un fetichismo político que crea la ilusión de que las elecciones dan poder, cuando sólo llevan al poder; el triunfo es el título en nombre del cual se ejerce un cargo. No es lo mismo estar en el poder, que tener poder. Cada día se separan los que están en el poder de los que tienen poder, que por cierto, sus depositarios reales no son los ciudadanos.
Entendió, con Georges Burdeau, que la ciencia política más que una enciclopedia de conocimientos es un método de búsqueda.
Le gustaba guardar distancia tanto del realismo político como de todo dogmatismo. El primero, porque engendra vividores de la política, y el segundo, fanáticos, igualmente reprobables.
El justo medio lo invocaba para aislar extremos, no para situarse en la indefinición o el inmovilismo.
Repetía la concepción de la política de Herman Heller, en el sentido de que la política es el arte de lo posible, no con un sentido oportunista para arriar banderas o justificar fatalismos sino para mantenerse alejado del todo o nada, para explicarnos que la política se ocupa de cosas posibles, que tiene limitaciones humanas, que basta de pedirle que se ocupe o llevarle a que se ocupe de cosas que no le pertenecen, lo que genera una sobredemanda y provoca en buena parte la crisis de credibilidad que padece.
La política nació como su nombre lo dice, para ocuparse de los asuntos de la Polis, de los asuntos comunes, de los asuntos públicos, de la res publica.
Curso de Teoría del Estado, impartido de 1962-1963, en la Facultad de derecho de la UNAM, es el desarrollo de ideas que si bien es cierto que no se exponen de forma acabada, si muestran mayor soporte tanto en los presupuestos teóricos como metodológicos.
Si mal no recuerdo, en un número de aniversario de la revista Siempre, publicó por primera vez su trabajo: Hacia un Estado Social del derecho, como anticipo de un libro en preparación, que nuca vio la luz.
Hoy que en la XX Asamblea Nacional Ordinaria el PRI determinó inscribirse en la corriente socialdemócrata y consignar en sus documentos básicos la lucha por el Estado social de derecho, es urgente abrevar en sus ideas acerca del Estado, recordando, a propósito que: La expectativa de un Estado social de derecho puede todavía y siempre y cuando sea factible a corto plazo, evitar regresiones, cuyos requisitos se dan en un mundo de inflación y desempleo.
Las luces estaban, pero como los topos, preferimos la oscuridad y ya ven donde nos encontramos, cavando hacia abajo. Basta de fanfarronerías, hagamos política en serio.
Hoy que muchos han encontrado muy rentable hacer política declarándose apolíticos, no estaría mal que recordaran la sentencia aristotélica de que fuera de la Polis solo viven dioses o bestias y es ella la que hace hombre al hombre.
La predicción no es el fuerte de la ciencia política, sin embargo, sin ella no hay ciencia, por eso, es de justicia reconocer que nadie como él vio el fracaso que resultaría de llegar la derecha al poder y si no veamos la respuesta que da a la pregunta ¿Qué consecuencias traería para el partido y para la nación el que un partido opositor tomará el poder?
Vamos a ver el cuadro de los partidos políticos. ¿Cómo gobernarían los del PAN en el caso de triunfar? Pienso, sinceramente, que si no fuera tan serio el problema, lo peor que le podríamos hacer a Acción Nacional sería decirle: Gobierna. No sabría gobernar. Esta es la verdad de las cosas. Obras. T. III, Pág. 431
Cuando vemos que muchos políticos tratan al pueblo como un conglomerado de retrasados mentales, que creen que pueden hacer pasar sus liturgias circenses por actos republicanos, no cabe duda que hace falta mirar hacia la conducta y la obra de Reyes Heroles.
La promoción de estas obras, es oportuna, no solo por aquello de que entre más arrecia la tempestad más se necesitan los instrumentos de navegación para retornar a puerto, sino porque muchas veces los más cercanos -y no me refiero únicamente a la familia- somos los más lejanos de las ideas del maestro, historiador, jurista y político, Jesús Reyes Heroles.
(I) DERECHOS PÚBLICOS SUBJETIVOS
Debemos al connotado jurista alemán Georg Jellinek, la clarificación del concepto derechos públicos subjetivos, realizada en su obra: Sistema de Derechos Públicos Subjetivos, editada en 1892.
Recuerda que el jurista iusnaturalista británico Blackstone, sostiene que el individuo al pasar de la sociedad natural a la sociedad civil pierde una parte de sus derechos para recibir a cambio los tres derechos originarios de la seguridad, de la libertad y de la propiedad.
La Revolución Francesa representa la superación de la sociedad segmentada que veía a los derechos pertenecientes a los individuos como privilegios.
Para el exponente de la más acabada teoría general del Estado, los sujetos no se relacionan únicamente entre sí, sino que, se relacionan con el Estado, teniendo al Estado por sujeto directo de esa relación jurídica-política. En el entendido que existe una relación jurídica donde una persona es titular de un derecho y, a la vez, tiene un deber frente al titular de ese derecho, es decir, reconoceremos la existencia en ella de dos o más sujetos y la necesidad de prestaciones y contraprestaciones entre esos mismos sujetos, dominando la idea de que aparece formada por la correlación entre un poder jurídico y un deber jurídico u obligación.
Sobre este tópico es pertinente la explicación del profesor Luís Legaz y Lacambra, quien nos dice que la relación jurídica supone un vínculo entre sujetos de derecho, nacido de un determinado hecho definido por las normas jurídicas como condición de situaciones jurídicas correlativas o acumulativas de facultades y deberes, cuyo objeto son ciertas prestaciones garantizadas por la aplicación de una consecuencia coactiva o sanción.
Visto así, el Estado es sujeto de derecho, y además es garante del cumplimiento de las pretensiones jurídicas de los ciudadanos por cuanto es también deudor respecto de aquellas, dice Pablo Lucas Verdú.
Precisamente Georg Jellinek, parte de que todo derecho es una relación entre sujetos de derecho. Un individuo absolutamente aislado no puede concebirse como investido de derechos. También el Estado, por consiguiente, no puede tener derechos, sino en cuanto lo piense como contrapuesto a otra persona.
El Estado lo entiende –dice Lucas Verdú- como una unidad de fines constituida por individuos, establecida en un territorio limitado, que posee una voluntad propia, en la voluntad de sus miembros-órganos; así mismo, el ordenamiento jurídico, independiente del Estado, regula la formación de aquella voluntad del Estado. De tal manera que el Estado, al crear su propio ordenamiento, se afirma como sujeto del derecho.
El derecho público subjetivo –dice el jurista germano- es la potestad de querer que tiene el hombre, reconocida y protegida por el ordenamiento jurídico en cuanto se dirige a un bien o a un interés.
Al reconocer como decisiva la voluntad individual, para la existencia y extensión de los intereses -sigue diciendo el profesor español- esto se transforma en un derecho público subjetivo, puesto que a esa voluntad individual le añade un reconocimiento jurídico. Y así, a la capacidad de hacer natural se le atribuye, como concesión, expresamente, la capacidad de exigir el reconocimiento y la acción del Estado. Esta capacidad, ahora jurídicamente relevante, forma la potestad jurídica, la que es capaz de poner en movimiento al Estado a través del Ordenamiento Jurídico para hacer valer sus intereses individuales. Potestad que no se funda en normas jurídicas que permiten sino en normas jurídicas que conceden una potestad.
Para Georg Jellinek, el derecho público subjetivo tiene dos vertientes: una formal y otra material. Desde la perspectiva formal consiste en pretensiones jurídicas, que derivan de las cualificaciones concretas de la personalidad. Desde la perspectiva material el derecho público subjetivo es aquel que pertenece al individuo por su cualidad de miembro del Estado.
La fuente de Derecho público subjetivo es el Estado y el medio para su creación el Derecho objetivo. El Estado porque es el que puede realizar las pretensiones jurídicas individuales, el derecho objetivo, por su parte, en cuanto instrumento por medio del cual el Estado crea y tutela tales derechos.
Para la viabilidad de los derechos públicos subjetivos hay que tener en cuenta la teoría de la autolimitación que el propio Estado se impone. Supone no sólo el reconocimiento de los derechos públicos individuales, sino el deber, por parte del Estado, de actuar a favor de la plena garantía de esos derechos, actuar, en definitiva, en pro de la libertad individual, dentro de sus propios límites, en pro de la seguridad jurídica de las relaciones jurídico-sociales, respetando la propiedad privada según el ordenamiento positivo de cada Estado y por último, si seguimos la enumeración de derechos propios del liberalismo que caracterizan la etapa decimonónica, también la garantía al derecho de resistencia a la opresión.
(II) MERCADO Y ESTADO.
Tan es una criatura creada artificialmente el merado, que solo pudo desarrollarse con el progreso de las fuerzas productivas y bajo las siguientes premisas: 1) Librando de obstáculos la circulación de personas, mercancías y dinero, en el marco de las fronteras de la naciente organización político-territorial, obligando a terminar con las jurisdicciones feudales, relaciones gremiales, corporativas, señoriales, estatutos de privilegio y ordenanzas; 2) La libertad contractual que empezó por liberar la mano de obra de los feudos para ir al taller industrial y a la fábrica; 3) Igualdad ante la ley, para quedar todos sometidos a un mismo ordenamiento legal; 4) La acuñación de moneda; 5) La política impositiva; 6) La seguridad; 7) La justicia; 8) La burocracia; 9) El monopolio de la coerción; y, 10) La defensa nacional. Esta muy claro que el origen y desarrollo del capitalismo industrial tiene como supuesto político-territorial al Estado moderno, al Estado nacional.
El Estado que tiene como base la nación, lo construyeron los grupos de mercaderes que necesitaban grandes espacios, numerosos consumidores, asegurar sus fuentes de abastecimiento y liberar a los siervos para que fueran a engrosar los ejércitos de mano de obra barata que demandaba la naciente industria, pero también necesitaban un poder central, una sola justicia, un derecho general, organizar la función jurisdiccional, abolir la justicia de propia mano, tener seguridad para sus vidas y bienes y establecer la defensa nacional.
Los propietarios invocaron el proteccionismo para desarrollar el mercantilismo, pero una vez que se consolidó el Estado y diseñaron el mercado y vislumbraron las potencialidades de ambos agentes, se lanzaron a la tarea de limitar al Leviatán y a librar de obstáculos sus actividades privadas. Límites demandados en nombre de todos para beneficio de la propiedad privada